La vida despues de la muerte

 

Introducción.
1 - ¿Cómo puede haber algo después de la muerte? Si el cuerpo está muerto ¿cómo queda algo de nosotros?
2 - Las objeciones de aquellos que creen que no hay nada más después de la muerte, los « materialistas »
3 - En el corazón del hombre, ¿no hay un temor secreto delante del misterio de Dios y de la eternidad?: temores y heridas de los ateos.
4 - ¿Pero la reencarnación no es también una vida después de la muerte? ¿Es posible tener varias vidas sucesivas?
5 - La vida eterna ¿qué es? ¿Cómo viviremos nosotros? ¿Qué relaciones podremos tener con quienes están en el cielo?
6 - ¿Qué podemos hacer por aquellos que están muertos?

 

Enjugará todas la lágrimas de sus ojos:
¿la muerte?, ya no habrá más muerte,
porque el mundo viejo ya se fue.

Apocalipsis de San Juan, c. 21, v. 4



 

INTRODUCCION.

Hay una vida después de la muerte? Es una pregunta que todos se hacen. Quizás no hoy... pero algún día, necesariamente. Tal vez mañana, debido a alguien cercano, a una amiga que se está yendo para siempre. Y esa hora, también vendrá para nosotros.

Algunos dicen: « Quizás haya algo, ya veré cuando esté allá. ¿ Porqué preocuparme hoy? »

Otros pasan toda su vida preparando ese encuentro con el más allá, preparando la eternidad, ya que tanta importancia tiene.

Pero sin duda todos nosotros sentimos repulsión al pensar en la muerte, ya que estamos hechos para la vida. Por eso es muy útil aclarar lo que sabemos de la vida después de la muerte.

Entre todas las respuestas tan diferentes que se nos proponen... ¿cual creer, en quién creer? Los materialistas, los « ateos », dicen « todo termina con la muerte, solamente el mundo sigue girando ».

Los partidarios de la reencarnación dicen « Hay varias vidas sucesivas, hasta que lleguemos a ser El Gran Todo y que no respiremos más la vida (nirvana) ».

Los judíos, los musulmanes y los cristianos creen que después de esta vida hay una vida eterna de felicidad junto a Dios. Los cristianos, particularmente, dicen que resucitaremos con nuestro cuerpo, como Jesucristo.

En este folleto daremos un claro resumen de esas preguntas y de las respuestas que podemos dar legítimamente.

Jesús dijo: Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no se han fijado en esto que Dios les ha dicho:
« Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob? »
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

(Evangelio de San Mateo, Cap.22, v.31 y 32)

 

1 - ¿Cómo puede haber algo después de la muerte?
Si el cuerpo está muerto ¿cómo puede quedar algo de nosotros?

Efectivamente la primera pregunta es para saber como podemos continuar en una especie de vida si nuestro cuerpo está muerto y que está allí bajo tierra; pronto ese cuerpo desaparecerá, todos sus elementos se perderán en la tierra o en el aire.

Varios libros han hablado estos últimos años de experiencias de « vida después de la muerte ». Médicos norteamericanos han publicado tesis sobre ese tema.

Según los testimonios recogidos en esos libros ciertas personas enfermas, a menudo en fase post quirúrgica, en estado muy crítico, murieron y eso constatado biológicamente. Después de cierto tiempo, se les ve retornar a la vida. Esas personas han sido interrogadas afin de saber lo que sintieron durante ese tiempo en el que aparecían como muertas. Y lo asombroso es que hay una gran similitud entre todos esos casos. Generalmente esas personas experimentaron una existencia « fuera del cuerpo », al que podían contemplar como espectadores. Lo que relata la mayoría de aquellos que vivieron esta experiencia es que tuvieron una confrontación con un ser luminoso y misericordioso. La imagen y la identidad de ese ser varía, pero es tanto más precisa cuanto las personas son poco o nada creyentes. Sin embargo la confrontación con un juicio misericordioso, con una bondad, parece ser la misma.

No obstante hay que reconocer, sea cual fuera el interés y el valor de esos testimonios, que se refieren a una experiencia « en las fronteras de la vida y de la muerte ». En efecto, todas esas personas comenzaron de nuevo a vivir como nosotros y es por eso que ellas pueden hablarnos. Así podemos pensar que el Ser misterioso de ese encuentro « quizás les ha dado una advertencia, una interrogación, una nueva oportunidad, un estímulo para vivir la bondad y el bien; pero se trata de la reanudación, de la continuación idéntica de la misma vida que esas personas tenían antes entre nosotros ».

A pesar de ello quizás hay algo que debemos aceptar de esos testimonios: en los límites extremos de la vida corporal ¿puede manifestarse de forma más patente que nuestro cuerpo no constituye todo en nosotros, que una pizca fina de nuestro ser es capaz de interrogarse sobre su cuerpo, sobre su vida, sobre su destino? ¿Es el alma?

Esa es una pregunta esencial. Al contrario de lo que creen los materialistas, veremos por que razones, expresadas o no, no hay duda de que nuestra existencia « material, biológica » no puede expresar todo de nosotros mismos. No es lógico restringir a los límites propios de la biología, ni a nuestra vida en lo que ella tiene de más profundo, ni a nuestras verdaderas aspiraciones, ni al sentido que tenemos de un destino final. No es tan difícil comprenderlo. Tomemos un ejemplo:

Un hombre puede amar a una mujer con su cuerpo. Pero no es cierto decir que él puede amar solamente con su cuerpo. Aquellos que limitan el amor al cuerpo son menospreciados. El verdadero amor va más allá, es más profundo. Y es más duradero. Amar de verdad, es amar no sólo con todo su cuerpo, sino también con todo su corazón, con todas las potencias del alma. Es amar al otro por él mismo. Es querer su felicidad más que nada. Es olvidarse de uno mismo para amar, y es amar para siempre.

Sí, « el amor es más fuerte que la muerte » ( Del libro « El Cantar de los Cantares » de la Biblia) y nos invita más allá.

La felicidad también. El hombre está hecho para la felicidad: ¿cómo podríamos ser desdichados si no tuviéramos ninguna idea, ningún deseo de felicidad? Y si nos sentimos felices ¿qué deseamos? no solamente que continúe la ocasión que nos ha procurado la felicidad, sino que el hecho de ser felices dure siempre, sea cual sea la razón. Así hay algo en nosotros que va más allá que el cuerpo, algo que está hecho para desear una felicidad sin fin, es lo que los cristianos -y muchos otros- llaman alma.

Y la muerte es un obstáculo. Hemos sido creados para ser felices, deseamos una felicidad eterna, que no termine con la muerte.

Esa felicidad sin fin la deseamos todos, para nosotros mismos y para aquellos que amamos, porque tenemos un alma no nos consolamos con la muerte, tenemos como un deseo natural, irreprimible de eternidad; el alma no está hecha para desaparecer bajo tierra.

 

2 - Las objeciones de aquellos que creen que no hay nada más después de la muerte, los « materialistas »

Tienen en ellos mismos objeciones exteriores y otras de orden interior: unas son razonamientos objetivos, que se pueden discutir, las otras son reacciones interiores, heridas o temores internos completamente personales. No siempre se tiene conciencia de ello, pero es posible calmarlas y sanarlas cuando esas heridas se ponen en evidencia.

La objeción principal de los materialistas es simple, pues declaran que no hay nada fuera del mundo físico (físico-químico), ese mundo que podemos observar con los sentidos y medirlo. Y lo creen, como otros creen en Dios, lo que es bastante asombroso.

Esa objeción pretende ser « científica » y efectivamente es la opinión de los partidarios del « cientismo ».

Esos cientistas, en la segunda mitad del siglo diez y nueve y en la primera mitad del siglo veinte, decían que sólo creían en la ciencia y así impresionaban a la gente poco instruída valiéndose de la ciencia. Estaban persuadidos de que el método científico podía explicar todo. Rechazaban como irracional cualquier otra fuente de saber, de conocimiento o de sabiduría.

Fuera de las ciencias el resto eran pamplinas, pompas de jabón. Un poco como si un especialista de griego declarara que todo lo que no esté escrito en griego no tiene ninguna significación. Como al alma no se la podía ni medir ni calcular con una ecuación, entonces deducían que el alma no existía.

Esas teorías materialistas son llamadas « reduccionistas » porque reducen al hombre a cantidades, a cálculos, a reacciones químicas, a esquemas fisiológicos.

La mente, el amor, la vida están reducidas a ser solamente la « superestructura » de reacciones físico-químicas.

De esta manera, los cientistas no eran menos susceptibles que los otros de emitir prejuicios « anticientíficos » para proteger sus teorías. Así los adversarios del gran Pasteur, el científico que descubrió los microbios y las vacunas, creían en la generación espontánea. ¿Porqué? No por verdaderos motivos científicos, sino por ateísmo, porque pensaban: si no hay generación espontánea de los animales en el medio en el que se los encuentra de costumbre, tendremos que creer en la Creación y en el Creador.

Por otro lado el mismo Pasteur, tan exigente en materia científica, creía en la existencia del alma y en la eternidad. El agradecía a Dios por sus descubrimientos (por ejemplo en su discurso para la inauguración del Instituto Pasteur). Y escribió, a propósito de la muerte de uno de sus hijos, la más bella declaración de esperanza: la de volverse a encontrar en la eternidad. Porque esa es la cuestión. Y está completamente fuera de la química, de la astronomía o de la física: mi hijo, que está muerto ¿está absolutamente muerto? ¿Para siempre?

¿O participa o participará de una felicidad viva en la que podré encontrarle y contemplar de nuevo su sonrisa? ¿Las promesas de Dios son tan absurdas?

« Supo agradar a Dios, que lo amó y, porque vivía entre los pecadores, Dios se lo llevó... Alcanzó la perfección realizando una larga carrera en poco tiempo. Su alma era del agrado del Señor, por eso lo sacó pronto de su ambiente corrupto. Los justos viven para siempre y su premio está en las manos del Señor ».

(Libro de la Sabiduría - C.4, v.10, 13 y 14 C.5, v.15)

 

3 - En el corazón del hombre, ¿no hay un temor secreto delante del misterio de Dios y de la eternidad?:
temores y heridas de los ateos.

Muchos de nuestros amigos ateos o de las personas que dicen que no hay nada después de la muerte tienen objeciones de otra naturaleza que la de decir « nada existe fuera de las ciencias físicas ». Sus dificultades para creer en la vida del alma y en la eternidad del cielo, pueden ser de orden muy personal. Son preguntas que conciernen la libertad, la moral, la justicia, el amor por los otros, nuestra historia personal. Trataremos de demostrar que esas preguntas son verdaderas cuestiones, pero que a menudo están mal presentadas, debido a nuestra historia personal.

Entonces no podemos tener la respuesta correcta; la rechazamos de antemano porque tenemos miedo. No queremos escuchar, por temor a escuchar algo que nos hará daño; nos tapamos los oídos. Y sin embargo, si escucháramos la verdadera respuesta ¡qué alegría, qué alivio!

Hay ateos que no pueden aceptar la idea de que haya una vida eterna (yo conocí algunos personalmente) porque su padre, su madre, su amiga, su marido... murió aparentemente descreído. Entonces piensan: esa persona amada, admirada, no podrá ir al cielo con Dios, si hay uno, porque no creía. O quizas, esa persona ha hecho cosas que no están de acuerdo con lo que imagino que debe ser la moral como lo manda Dios. Prefiero de todos modos que no haya Dios ni vida eterna, pues sino estarían excluidos, y eso sería demasiado triste.

Pero a eso el Evangelio (Es decir la « Buena Nueva ») de Jesucristo responde:

« Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible ».
(Evangelio según San Mateo, C. 19, V. 26)

« Dios quiere que todos los hombres se salven ».
(San Pablo, 1a. Carta a Timoteo, C. 2, V. 4)

« Tanto amó Dios al mundo que entregó su Hijo Unico para que todo el que crea en El no se pierda, sino que tenga vida eterna ».
« Dios no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo, sino que por El pueda salvarse el mundo ».

(Evangelio según San Juan, C. 3, V. 16 y 17)

Así nosotros podemos creer con seguridad que Dios es un Dios de bondad, de misericordia. A aquellos que le ignoran de buena fe, El está dispuesto a abrirles las puertas de la salvación. El mira antes que nada su rectitud. Basta que su corazón, el fondo de su alma diga sí a su misericordia. Esto es evidente en el Evangelio cuando Jesús muere sobre la cruz, al lado de dos bandidos que han sido igualmente crucificados. Y uno de ellos se dirige a Jesús y muestra su piedad hacia El diciendo :

« Nosotros lo tenemos merecido y pagamos nuestros crímenes, pero El no ha hecho nada malo » y añade « Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino »

Y Jesús responde : « En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso ».

Esto es lo que podemos pedir a Dios para tal o tal persona querida que murió sin haber conocido, aparentemente, a Dios : que como el buen ladrón, la inocencia de Dios la conmueva en el momento de encontrarlo, y que pida entonces que Jesucristo se acuerde de ella en su Reino. Y así Dios, para quien nada es imposible, hará que nuestro amigo pueda entrar al Paraíso.

En el momento de la muerte, en el último cara a cara de la persona, un momento del que no somos testigos, Dios, que es todo amor, se revela de una manera particular como el Amor, la Misericordia. Entonces todos los temores hacia Dios, las falsas imágenes de Dios se desvanecen como nubes expulsadas por la tormenta. El amor, el verdadero rostro de Dios en Cristo, aparece como al buen ladrón.. Y entonces sólo basta decir sí al Amor de Dios. El hace lo demás.

Por lo que se refiere a nosotros, que estamos vivos, quizás tengamos hoy temor de Dios justamente porque tenemos una imagen falsa. Por ejemplo, debido a la moral. ¿Tengo que abandonar hoy tal cosa que me gusta por una felicidad futura que no conozco? ¿Dios quiere imponerme cosas austeras para mostrarme su poder? ¿El es verdaderamente un enemigo de mi felicidad? ¿Quiere transformarme en un esclavo? La respuesta es la misma que ya dimos más arriba:

« Si Dios dio a su Hijo para que yo tenga la vida eterna, si El me ama aunque yo no lo conozca, aunque no le ame, aunque quizás lo combato, si El me ama hasta ese extremo ¿por qué temería yo que El desee para mí otra cosa que la felicidad? »

Nosotros podemos tener dificultades en comprender. Entonces... ¿por qué no le pedimos, en nombre del amor que El nos declara, que aclare esas dificultades?

El Dios de Jesucristo no me impone su amor. El vino entre nosotros como un niño en Navidad, muy débil, impotente. ¿Era para humillarnos? Ese amor El no lo impone, lo propone; lo mendiga. El sólo espera de mí una respuesta libre y aún si yo no comprendo todo inmediatamente puedo comenzar a mirarlo de otro modo. En mi espíritu, poco a poco, van a borrarse las imágenes falsas que yo tenía acerca de Dios. Su propósito no es impedir mi felicidad en esta vida. El va a mostrarme los caminos de una felicidad que va más allá, que me satisfará completamente. Una felicidad que corresponde a los deseos más profundos de mi ser.

Entonces podré descubrir a ese Dios de amor y aceptar sus promesas extraordinarias. En la alegría y la libertad, sanado de mis heridas profundas, tendré ganas de decirle : sí, te quiero amar con toda mi alma. Depositaré a tus pies todo lo que anda mal. Recibiré con alegría tu perdón que me dejará como nuevo. Y entraré en una nueva esperanza, un sentido del amor por el que me sentiré dispuesta a cambiar algo en mi vida.

 

4 - ¿Pero la reencarnación no es también una vida después de la muerte?
¿Es posible tener varias vidas sucesivas?

Hoy en día muchas personas dicen que creen en la reencarnación. A menudo no saben con certeza lo que eso significa, pero eso parece más moderno.

¿Porqué algunos están fascinados por esta idea de la reencarnación? ¿Qué valía tiene esta idea?

Hay dos demandas profundas en esta atracción por la reencarnación.

1 - Siento dentro de mí que mi vida profunda no ha sido hecha para detenerse. La nada me repugna. Es necesario que de alguna manera mi vida, mi ser, dure más allá de la muerte, en cierta forma de vida. De hecho, lo que se busca bajo el nombre de reencarnación es la eternidad. Pero, ¿la teoría de la reencarnación es una buena respuesta, es el camino que lleva hacia la verdadera felicidad?

2 - La gente siente bien que no se puede ir así al Paraíso. Tanto unos como otros tenemos conciencia de que necesitamos ser purificados. ¿Acaso no hemos sido un día más o menos cómplices del mal que reina en el mundo, con un mal que hemos cometido?

Las doctrinas de la reencarnación sugieren que de vida en vida (recomenzadas sobre la tierra) iremos purificándonos y liberándonos del mal que tenemos en la piel. Esta idea es profunda y respetable. Pero... la solución que propone al problema ¿es válida?
( La idea de que el alma pasa de un cuerpo a otro de forma independiente reduce al cuerpo a ser sólo una prisión de paso. En realidad el cuerpo es el carnet de identidad del alma. El alma existe solamente gracias al cuerpo que le da su imagen y del que ella es la vida espiritual. Cada uno de nosotros es una persona única con una alma única, un cuerpo único, una historia única, una eternidad única.)

Sin embargo, la reencarnación no es la vida eterna.

La reencarnación, sea cual sea la teoría que se sigue (y son muchas: doctrinas orientales, nueva era, budismo del pequeño vehículo « hînayâna » o del gran vehículo « mahâyâna »), no es verdaderamente la vida eterna. Es una suma de pequeñas vidas, siempre con los límites de la vida de aquí, hasta que de repente no haya más vida, « el nirvana ».

La felicidad propuesta al final del camino, ¿no es una felicidad extraña? Si admitimos la etimología de la palabra nirvana, el estado final después de las reencarciones, es una ausencia de soplo, de respiración. Esta purificación por vidas sucesivas consiste a despegarse del deseo de los bienes materiales, del poder, de los sentimientos y de las relaciones con los otros, de la amistad. Y también de todos los lazos con la vida misma, no pensar más, no respirar más. Así uno llega a confundirse con el universo, con el gran todo. No hay más movimiento, más pensamientos, más amor. No hay más identidad, ni personalidad.

¿Esa es la felicidad a la que aspiramos: para ser Todo: no ser más nosotros mismos?

Al contrario, en la Resurrección viviremos nosotros mismos, para siempre. En compañía de Dios Vivo y de todos aquellos que viven con El en su amor y en su felicidad que El nos da. Nosotros hablamos con El. Seguimos amando a quienes están sobre la tierra y oramos para que accedan a la misma felicidad.

Los problemas de la purificación con las reencarnaciones.

El otro aspecto de la reencarnación es el modo de purificación que propone: con vidas sucesivas subiremos o bajaremos la escala que conduce del mal (la materia) al bien (el Todo inmaterial e impersonal).

Asi la vida corre peligro de perder mucho de su propio valor: por un lado se evacúan los problemas para, más tarde, en otra vida hipotética, tratar de hacer mejor. Eso es irresponsable, ya que no se toma en serio a la vida: como no es seguro de que nada se decida ahora, entonces nos desquitaremos en otra vida.

¡Si fuese verdad! ¿Porqué no buscar la felicidad de la vida para siempre, desde ahora? ¿ Que extraño enemigo del hombre y de la grandeza de su destino le insuflan esta anestesia? ¿Le quitan el sentido y el valor de su vida? ¿Habrá siempre que repetir curso?

Por otra parte, medimos mal los daños que a veces causa esta doctrina: si en mi vida actual cargo con el peso de las culpas de una vida anterior, estoy pagando por una vida de la que no tengo ningún recuerdo. En la que yo tenía el cuerpo de otra persona o de un animal. ¡Qué culpabilidad pesa sobre mí y cuantos esfuerzos tengo que hacer! Tengo que acumular vida sobre vida para poder volver a subir la escala.

¿No habrá nadie que pueda ayudarme? ¿En que puedo apoyarme para llegar a ser bueno y parar de una vez esta cadena fatal?

Las promesas de Dios Vivo son completamente distintas. Sí, Dios nuestro Padre nos quiere buenos y perfectos. Pero El sabe de qué estamos hechos. Dios es amor, don y perdón. No exige vidas y más vidas. El envía a su Hijo para perdonarnos, purificarnos, hacernos acceder al bien, El... la fuente de todo bien. Nos da su propia vida y su propia bondad. Por su misericordia El nos separa de lo malo y de lo imperfecto, y nos da acceso a la vida verdadera.

El respeta nuestra libertad y la toma en serio. Ama nuestra libertad y nos la ha dado para que podamos amar. Y si libremente decimos sí a su mano tendida, sí a su amor, es para siempre que entraremos en la vida.

 

5 - La vida eterna ¿qué es? ¿Cómo viviremos nosotros?
¿Qué relaciones podremos tener con quienes están en el cielo?

Imaginamos a veces que la vida después de la muerte es como en el cementerio: un descanso silencioso largo, muy largo y monótono.

Un día un niño de cinco años preguntaba: « ¿En el cielo todos viven en sus camas? » El decía eso porque había entendido que la tía que había visto enferma en su cama estaba ahora en el cielo. Entonces le explicaron que en el cielo ya no hay ni enfermedades ni muerte, que se está más Vivo que antes.

Quisiera dar aquí un testimonio personal. Mi esposa y yo perdimos un niño de seis años de edad llamado Dominique. Mi padre, su abuelo, estaba muy triste. Algunos días después del accidente él se despertó durante la noche, llorando de tristeza. Entonces escuchó una vocecita que le decía: « No llores, abuelo ». El volvió a dormirse, pero por segunda vez se despertó llorando. Y escuchó la misma vocecita que reconoció como siendo la de Dominique. Y más tarde, por tercera vez, la voz le dijo: « No llores abuelo, ¡si supieras que feliz soy! ». Y esta vez el abuelo vio desaparecer su tristeza.

A veces también sucede, con la autorización de Dios, que un ser querido desaparecido nos haga sentir de cierta forme su presencia, su intercesión por nosotros delante de Dios, ya que quienes están cerca de Dios no están inactivos. Están Vivos, como Dios está Vivo. Ellos contemplan sin cesar la faz de Dios y se maravillan. E interceden sin cesar por aquellos que avanzan en la tierra. Es como una gran cadena de solidaridad. Y es porque ellos están cerca de Dios, porque ellos tienen el corazón vuelto hacia Dios, que reciben de El, por amor, la posibilidad de orar por nosotros, de pedir para nosotros la luz y la ayuda de Dios, de hacernos un signo mediante la gracia de Dios para orientarnos hacia el camino de la Vida, hacia Jesucristo que es « el camino, la verdad y la vida ».

Pero no es cuestión de interrogar a los muertos para utilizarlos, apartándonos del cielo y de Dios, para ejercer por ejemplo la adivinación o la predicción. Esa relación con los muertos, considerados como muertos para « utilizar sus espíritus » es una forma de culto idolátrico, es decir alejado del verdadero Dios. Eso se llama nicromancia, espiritismo, etc... y es peligroso. Puede alterar nuestras facultades y conducirnos a actos lamentables y hasta muy malos.

Al contrario, para aquellos que están cerca de Dios, todo lo que hubo de bello, de bueno en sus afectos terrestres, se transfigura, se aumenta en la vida divina. Y todo lo que no era justo se purifica, se ajusta al bien, y entonces se ama con un amor perfecto a todos aquellos a quienes se conoció. Y con Dios, se quiere su felicidad, le piden a Dios que les dé la misma felicidad en la que ellos han entrado.

Nuestros cuerpos resucitarán.

La plenitud de la vida no concierne solamente a la vida. Jesús en el Evangelio nos anuncia la resurrección de los cuerpos:

« Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. El que vive por la fe en mí, no morirá para siempre »
(Evangelio según San Juan, c. 11, v25 y 26.)

Cristo resucitó con su cuerpo. Sus discípulos vieron las llagas de sus manos, de sus pies y de su costado. El comió y bebió con ellos. Pero El no prosiguió el curso de su vida terrestre. El resucitó con un cuerpo de gloria. Desde hace 2000 años los cristianos son sus testigos.

Nosotros también, en las postrimerías, resucitaremos con un cuerpo transfigurado, un cuerpo de gloria.

San Pablo, en su primera carta a los Corintios (C. 15, v. 35 a 53) explica que será el mismo cuerpo -la misma persona- pero como una semilla que va a crecer, nuestro cuerpo, unido entonces a nuestra alma, no vivirá más de la vida terrestre sino que, transfigurado, vivirá en la Vida de Dios; es lo que llamamos en forma gráfica el cielo.

« Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos está en vosotros, El que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también vida a vuestros cuerpos mortales; lo hará por medio de su Espíritu, que ya habita en vosotros ».
(Carta de San Pablo a los Romanos, c. 8, v. 11)

Aquí vemos que no hay disolución en el universo, en el gran todo, como piensan los reencarnacionistas, porque ellos no conocen las promesas de Dios. Es Dios quien nos da de nuevo la vida perfecta, y nosotros continuamos siendo nosotros mismos, con nuestra propia identidad. Verdaderos colaboradores de Dios, invitados a su mesa como a un banquete. El enjugará cualquuier lágrima de nuestros ojos, según la frase del Apocalípsis que ya hemos citado.

Pero esa vida eterna, podemos comenzar a vivirla desde ahora en cierta forma. Ya que Dios se da a conocer durante esta vida. Es por eso que podemos descubrirle, escucharle, acogerle. ¿Cómo? Mediante la lectura del Evangelio, de la palabra de Dios, con la vida de los « sacramentos »: El Bautismo, gracias al cual nacemos a la vida divina. La Eucaristía, es decir la misa, en la que recibimos a Dios en la hostia; Dios quiere alimentarnos con su propia vida, con su amor vivificante, con su Espíritu Santo. Y también la Reconciliación, en la que pedimos perdón por nuestras culpas, « nuestros pecados » contra el amor de Dios y de los otros. Y en la que Dios, mediante el sacerdote, sopla su perdón sobre nosotros y nos purifica. Y también tenemos los sacramentos del Matrimonio, de los Enfermos y de la ordenación de los sacerdotes.

En la oración también recibimos, en nuestra vida actual, la vida eterna. Dios, si le concedemos algo de nuestro precioso tiempo, viene ya a hacer su morada en nuestro corazón y a abrirnos a las cosas de allá arriba.

Entonces nuestra vida de casados se transforma: amamos con un amor renovado. Nuestras relaciones con los otros cambian: los observamos con otra mirada, una mirada de amor y de esperanza. Eso es la caridad: Dios viene a nuestro interior y nosotros hacemos obras de amor.

Nosotros conocemos la alegría, porque tenemos esperanza.

« Tú nos has hecho para ti, Señor,
y nuestro corazón no tendrá sosiego
hasta que no more en Ti »

San Agustín.

 

6 - ¿Qué podemos hacer por aquellos que están muertos?

En el credo, ese compendio de lo que creen los cristianos desde hace 2000 años, decimos « Creo en la comunion de los Santos ». Eso quiere decir que hay una gran relación entre todos aquellos que están en el cielo cerca de Dios, « los santos », y nosotros que vivimos en la tierra.

Los « Santos », hay que especificarlo, no son solamente aquellos que fueron declarados como tales por la Iglesia y a quienes se denomina como santos canonizados. Los santos del calendario. Todos aquellos que murieron diciendo Sí al amor de Dios están con El, a veces después de una purificación, y son « Santos ».

Pero para entrar en el fuego del amor hay que estar ardiente, consumirse de amor. Es por eso que, si necesitamos ser recalentados con esa purificación, debemos pasar por lo que se llama el Purgatorio. Y nuestras oraciones pueden acelerar esta marcha hacia el amor. Para Dios, el tiempo no existe. Si hoy pensamos en uno u otro de nuestros difuntos y oramos por él, Dios ya ha visto nuestra oración.

La mejor de las oraciones consiste en ofrecer una misa y asistir, si es posible. Pero todas nuestras pobres palabras tienen un gran poder para nuestros amigos difuntos: tocan el Corazón de Dios.

Señor.
Hé aquí la ofrenda que te presentamos nosotros, tus servidores y tu familia entera: en tu bondad acéptala. Danos la paz en nuestras vidas, aléjanos de la condenación eterna y recíbenos entre tus elegidos.

(Oración de la misa)

También hay que orar mucho por quienes van a morir, es el momento en el que vamos a decir sí o no al amor.

Oración a la Virgen María

Dios te salve, María, llena eres de gracias, el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén
.

Y el infierno ¿existe? Sí, Jesús nos advierte acerca de él en el Evangelio, especialmente en la parábola del pobre Lázaro y del rico Epulón. Y sobre todo en la palabra del juicio final.

« No podemos estar unidos a Dios si no elegimos libremente amarlo », dice el catecismo de la Iglesia Católica. Las palabras de Cristo son graves:

« El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un asesino y, como sabeis, en el asesino no permanece la vida eterna. ».
(Primera carta de Juan, c. 3, v. 15)

Jesús habla de « la Gehenna » del « fuego que no se apaga ».
(Evangelio según San Marcos, c. 9, v. 43 y 48)

Jesús anuncia que « enviará a sus ángeles para que junten a los promotores de iniquidades y los echen a la hoguera ardiente ». El infierno existe realmente y la Iglesia sólo dice a ese respecto lo que el mismo Jesús ha dicho. ¿Por qué? El amor de Dios nos previene del drama de carecer de amor, de dejar a un lado el cielo, la vida eterna. Es un llamamiento a la responsabilidad con la cual el hombre puede utilizar su libertad con miras a su destino eterno. Es un llamamiento a la conversión.

Pero el infierno no es un rechazo de Dios. Dios no predestina a nadie a ir al infierno, como lo creyeron, falsamente, los llamados Jansenistas. Para ir al infierno tendríamos que rechazar voluntariamente a Dios y persistir hasta el final. Tendríamos que rechazar su misericordia.

Dios quiere, en efecto, que todos los hombres se salven. Si pedimos sinceramente su perdón, lo obtendremos: acordémonos del Buen Ladrón.

Dios « no quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión »

(Segunda carta de Juan, c. 3, v. 9)

Por eso podemos confiar en que todos nuestros difuntos hayan solicitado esta misericordia de Dios, y orar por ellos a este respecto. Es Dios mismo quien nos inspira para que oremos por ellos y quien quiere dejarse vencer por nuestro llamamiento a su misericordia.

Entonces para ellos, para nosotros, nuestra esperanza es el Cielo, gracias a la misericordia de Dios tenemos la firme esperanza de que ellos y nosotros nos encontraremos en el cielo de Dios.

« Esta es la morada de Dios entre los hombres.
El mismo será Dios-con-ellos.
Enjugará toda lágrima de sus ojos
y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas,
porque todo lo anterior ha pasado ».

(Texto cristiano, en el Apocalipsis de San Juan, c. 21, v. 3 y 4)

 

Padre Yves de Boisredon y Hervé-Marie Catta

 

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