50 cuestiones
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Un regalo de dios

 

Testimonio

Comencé a tomar drogas durante mi adolescencia y durante diez años estuve atrapado en este mundo : tenía la impresión de encontrar ahí la felicidad. En realidad se trataba de un placer para escapar de una realidad que no podía abandonar. Mi vida se había convertido en una serie ininterrumpida de evasiones y de curas de desintoxicación (seguí cuatro sin poder curarme). Cada seis meses cambiaba de trabajo, de ciudad y de mujer. Hasta el día que me mudé a la Alta Saboya : acababa de fundar una pequeña empresa dedicada al cultivo de champiñones que iba bien y que me permitía seguir con el tráfico de drogas. Con la empresa como tapadera, era fácil pasar droga a Bélgica o a Suiza. Vivía con una chica que trabajaba conmigo y mi mejor amigo era mi principal camello.
Pero un día dejó este mundo : se cortó el pelo, dejó de ir al bar, de ir con chicas, de tomar y vender droga. "Es Jesús quien me ha cambiado", decía. Por supuesto, todo el mundo se reía de él y pensábamos que lo hacía únicamente para "rehabilitarse".

Dejamos de salir con él pero venía a vernos para hablar de ese Jesús que le había transformado. De hecho, a él, que había sido siempre muy inestable e incapaz de responsabilizarse de nada, ahora todo le salía bien : tenía un piso, un trabajo y sonreía sin cesar.
Su felicidad acabó por darme envidia. Como no dejaba de invitarme a su grupo de oración, me dejé tentar.

Me di cuenta de que las personas que participaban en el grupo tenían algo raro : no eran como la gente de la calle que, generalmente, anda con la cabeza baja, evitando las miradas. Esta gente miraba a los otros directamente a los ojos, sonreían, hablaban de Dios con mucha sencillez, lo cual no impedía que me sintiera muy a disgusto, me preguntaba qué hacía allí

Si realmente existe

Algún tiempo después volví porque a pesar de todo había algo que me atraía. Durante la oración me dirigí a Dios : "Dios, si de verdad existes, si de verdad puede hacer algo por mí, demuéstrame ahora que existes"
Al instante sentí un intenso momento de felicidad y de calor en todo mi ser : me sentía muy bien, descansado y tranquilo. Tenia la certeza de que Dios existía. Todas me vinieron a la memoria las oraciones de la infancia y cuando volví a casa tenía la impresión de que Jesús estaba a mi lado.
Cuando conté todo esto en casa, todo el mundo dijo que me había vuelto loco. ¿Cómo entenderlo? Me encontraba en una situación difícil, mi novia estaba divorciada, la empresa que había puesto en marcha no era cosa clara...¿Tenía que dejarlo todo?
Pasé seis meses terribles. No conseguía dejar la droga, aumentaba incluso las dosis, para sofocar los combates interiores que me obsesionaban.

Un regalo de dios

Poco después, mi hermana me llamó por teléfono. Me contó, sin imaginar ni por un segundo lo que me había sucedido, que acababa de recobrar la fe y que se sentía plenamente feliz. Le conté inmediatamente mi situación y me prometió rezar y hacer que otros rezaran por mi.
Esto me hizo reflexionar y, efectivamente, algún tiempo después dejé a mi novia, la empresa de champiñones y volví a casa con mis padres. En el coche, tiré la droga que me quedaba y, a partir de aquel momento, no he vuelto a sentir el deseo de volver a probarla.

El cambio que se operó en mi es inexplicable a los ojos del mundo ¿Quien hubiera podido creer que cinco años más tarde era realmente el mismo hombre ? Ahora tengo un trabajo respetable que le gusta, estoy casado y tengo una existencia feliz y estable. ¡Mi felicidad es un regalo de Dios!

Domingo


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