![]() 50 cuestiones |
Si la eutanasia
no es aceptable ¿qué solución hay para aliviar los
sufrimientos de los enfermos incurables?
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Entre la eutanasia y el encarnizamiento terapéutico existe una tercera vía, cuyos principios fueron forrmulados hace cuarenta años en Inglaterra: son los cuidados paliativos.
Con esta denominación
nos referimos a diversas iniciativas destinadas a conseguir no que el enfermo
viva "más" tiempo, ya que se trata de personas en "fase terminal",
sino "mejor" lo que les resta de vida.
Esto significa, en
primer lugar, hacerlo todo para suprimir el dolor físico, lo que es
posible en el 95% de los casos gracias a la utilización de medicamentos
analgésicos (calmantes).
Esto implica también que los cuidados para su confort se adapten al paciente. Es decir, que se le asee con cuidado ; que se evite que tenga llagas ocasionadas por la inmovilidad prologada en cama, colocándole sobre un colchón de agua o de aire; que se le pulverice la boca con agua para evitar su desecación - muy frecuente en la fase terminal- ; que reciba oxígeno complementario, de acuerdo con sus necesidades, etc.
A parte del alivio
físico, los cuidados paliativo tienen otro aspecto : el acompañar
al enfermo con el objetivo de evitar un sufrimiento moral demasiado grande
ante la cercanía de la muerte. Se trata, pues, de ayudar a su familia
y a las persones que le rodean; de relevarlas a la cabecera del lecho, si
lo desean. Constituye tarea delicada en que escuchar es muy importante y
la disponibilidad, esencial. Son, pues, voluntarios formados y asesorados
por un psicólogo quienes se ponen a disposición del enfermo
y de su familia.
Diversos ejemplos dan cuenta de que, en estos momentos en que la emoción es particularmente grande y la comunicación no siempre fácil, la presencia de una tercera persona puede ayudar al enfermo que no quiere alarmar a su familia. Puede, por ejemplo, descargar sobre esta persona sus inquietudes o ayudar a la familia a no tener que quedarse siempre, lo que puede resultar muy penoso.
Un voluntario nos contaba
que había acompañado a un hombre de edad avanzada que un día
entró en estado semi-comatoso. Acompañado de su mujer se
sentó a la cabecera de la cama, la mujer, sin saber que su marido
estaba aún consciente, quiso como última prueba de amor explicarle
lo que sería su vida cuando el se hubiera ido: volvería a casa,
se ocuparía de los nietos, etc. La presencia de un voluntario hacia
posible este largo monólogo, lo que con certeza no hubiera sido posible
si se hubiera encontrado sola ante un cuerpo inerte.
En todos los casos,
el enfermo de ser informado honestamente, si así lo desea, sobre el
diagnóstico del médico. La persona tiene derecho a conocer
exactamente su estado. Por otra parte, está demostrado que la
mayoría de los enfermos que piden la eutanasia antes de comenzar los
cuidados paliativos se echan atrás cuando se alivia su sufrimiento
físico o moral.
El principio que preside
todas estas medidas es el de proporcionar a la persona la posibilidad de
vivir su vida hasta el final, sin otra intervención que la destinada
a ayudarla a acercarse a la muerte lo más apaciblemente posible. El
acompañamiento puede, a su vez, ser para el cristiano una verdadera
preparación serena para abandonar de la vida y ponerla en manos de
Dios. En definitiva, se tarta de hacer de la muerte el último acto
consciente de la propia vida.