50 cuestiones
50 cuestiones
¿Puede un médico, una enfermera o un amigo acelerar la muerte de un enfermo en coma o terminal?

¿Quien puede saber lo que le sucede a este ser que sufre en el misterio de su corazón? ¿Quién se atreve a decir que este ser ya no debe vivir? Para los cristianos, en este instante puede producirse el último encuentro, el perdón, la ofrenda, el amor...

Todo hombre, creyente o no, es merecedor de un respeto absoluto de su vida y por el misterio del ser humano ¿Qué son los derechos del hombre, si encontramos (buenas) justificaciones para segar la vida en sus albores o su crepúsculo, decidiendo que ya no tiene ningún valor?

La eutanasia, acto por el cual se provoca de forma voluntaria y directa la muerte de un enfermo (esencialmente por la inyección con una dosis mortal de diversos productos, a menudo en forma de cóctel) es un homicidio voluntario, un crimen. El médico, cuya misión es aliviar al máximo el sufrimiento de su paciente y que ha jurado proteger la vida, en ningún caso, ni bajo ninguna presión, puede atentar contra la vida del enfermo.

A la inversa ¿es necesario un encarnizamiento terapéutico? Es decir prolongar a toda costa la vida utilizando medios desproporcionados (en relación a la edad, las posibilidades de recuperación,...) El sentido común es el podrá apreciar lo que es más útil para la persona. Teniendo en cuenta su estado, a veces será necesario renunciar a un acto que nos satisfaría personalmente desde el punto de vista científico, pero que no conformaría en absoluto al paciente. Esto exige una verdadera competencia y también humildad. En este sentido va lo que llamamos cuidados paliativos.
Nunca es fácil acercarse al misterio de la muerte. Para enfrentarnos a nuestro propio miedo, la solución ¿no será buscar la Esperanza?


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