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Si dios es bueno, ¿por qué existe el sufrimiento? |
A lo largo de la vida todos nos encontramos un día u otro frente a un sufrimiento de forma permanente o en nuestro entorno cercano. Es desgarrador. Todo se derrumba... Se plantea la cuestión de ¿por qué?, y sobre todo, ¿por qué yo? ¿Qué mal he hecho? En esos momentos, o nos desmoronamos, o nos rebelamos, lo que en ambos casos nos puede alejar de Dios.
Se trata de una
reacción totalmente humana y normal, puesto que el hombre no fue creado
para sufrir. Este sufrimiento, que rompe de nuestra cómoda vida y
nos abre una brecha en el corazón, pone de relieve nuestra necesidad
interior de ser felices. En el fondo, el sufrimiento está relacionado
con el misterio más profundo de nuestro ser, ya que nos recuerda el
bien para el que fuimos creados (la felicidad) y del que nos vemos privados.
El sufrimiento se manifiesta en forma de carencia. Por eso no lo podemos
aceptar espontáneamente, porque en sí mismo es inaceptable.
Nos da miedo y lo rechazamos, porque estamos hechos para la vida. No obstante,
más allá del miedo, el sufrimiento nos hace descubrir una timidez,
una especie de respeto y, más profundamente aún, la
compasión. Hagamos lo que hagamos para evitarlo, estamos indefensos
ante él. La causa es que el sufrimiento, el mío y el del
prójimo, están vinculados con este misterio que me resulta
tan cercano porque es el mío. Un misterio que a su vez me supera:
el misterio del hombre, el misterio del mal y de su raíces en la historia
y el alma humanas...
Así pues, en
realidad, es a Dios a quien preguntamos por qué, a Dios como Creador
y Señor del mundo. Tal vez pensemos que Dios es el autor del mal.
"Si Dios fuera bueno, no lo permitiría, no actuaría así..."
En el fondo es lo que lleva sucediendo desde el pecado original (ver
cuestión
31). Dios no ha cambiado, somos nosotros quienes lo hemos hecho.
Pero a lo mejor tenemos
algo que descubrir en Aquél que nos ha salvado del Mal: «Venid
a mí todos los que andáis agobiados con trabajos, y cargas,
que yo os redimiré.» (Mt 11, 28) Es palabra Cristo, quien
dice en las Escrituras: «él mismo tomó sobre sí
nuestras dolencias y pecados, y cargó con nuestras
penalidades» (Is 53, 4). Él, que fue condenado a muerte
injustamente, para que con «sus heridas fuésemos curados»
(Jn 55, 3-4).
¿Qué nos
demuestran su vida y lo que dice el Evangelio? No es un Dios justiciero el
que se acerca a nosotros, sino un Dios humilde, "siervo que sufre", que asume
completamente la condición humana, con todo su sufrimiento, para
consolarnos y ayudarnos a sobrellevarla.
"Dios no ha venido a suprimir el dolor, no ha venido a explicarlo, sino que ha venido para llenarlo de su presencia", dijo Paul Claudel. Hasta lo más profundo.
Pero Cristo va más
lejos: sufre por nuestra salvación y nuestros sufrimientos junto con
el suyo abren un camino que nos conduce a la vida. Dios nos invita a seguirle.
Es lo que hace una joven diabética de 18 años: "Jesús
nos ama y no permite que soportemos solos un dolor demasiado grande. Confía
en nosotros y nos hace compartir su misión, que consiste en llevar
a todo el mundo al Padre. ¡Es una alegría participar en una
misión cuyo director es Dios!"