50 cuestiones |
Es cierto que
el aborto no es lo ideal pero ¿en determinados casos? |
Abortar es interrumpir la vida de un embrión, o sea de un ser humano. Aunque lo lleve a cabo un médico, es un asesinato.
Además deja secuelas en la madre: la apertura forzada del cuello del útero, así como la interrupción brutal de la actividad hormonal del ovario, tienen unos efectos muy violentos que pueden provocar desequilibrios físicos y psíquicos que no siempre se tienen en cuenta.
A menudo el aborto no es más que la solución momentánea a un problema que sigue sin resolverse. El embarazo "no deseado" es, en efecto, en numerosos casos resultado de una situación conflictiva: una relación poco estable, una confianza traicionada, un acto impulsivo causado por falta de afecto, etc. Con frecuencia el aborto no hace más que agravar el sufrimiento interior de la mujer y sus marcas en ella son, consciente o inconscientemente, imborrables.
¿Qué pasa cuando la mujer no puede asumir el embarazo? Efectivamente, quedarse embarazada tras una violación o una relación totalmente esporádica puede ser una catástrofe. Pero ¿es motivo suficiente para causar otra? El asesinato de un ser humano, incluso en su estado embrionario, constituye en sí mismo una catástrofe. Y además, es falso que sea más fácil de asumir. Es un acto que puede quedar grabado en el cuerpo más profundamente incluso que en la memoria consciente y provocar importantes trastornos: culpabilidad de la que no se consigue quedar libre, agresividad hacia el marido, el amigo o los hombres en general, angustia en la vida sexual, que desde entonces se percibe como "peligrosa", temor de no poder ser nunca una "buena madre" después de haber "hecho aquello", etc.
¿Qué hacer en una situación de este tipol? En primer lugar, saber que existe ayuda y que no es necesario pasar sola por esta experiencia. Con el apoyo de personas y de familias que les han ayudado moral y materialmente (ver página 66: "Contactos"), algunas madres jóvenes han decidido quedarse con su hijo. Ellas pueden dar testimonio de que su vida no ha quedado destrozada por ello, sino todo lo contrario: con frecuencia este niño ha constituido una etapa fundamental en su evolución hacia una vida más madura y más responsable, dando lugar a una auténtica realización como personas.
Cuando esta maternidad parece verdaderamente imposible de asumir, existe una solución legal nada de censurable, aunque a primera vista resulte delicada: la joven madre puede decidir dar a su hijo en adopción, dentro de los tres primeros meses tras su nacimiento, a instituciones reconocidas por la ley para que lo entreguen a su vez a unos padres adoptivos. Es un acto de valentía, de lucidez y de amor a este niño. Hay que decirlo contra todas las voces que, inconscientes, se alzarán para condenarlo. También es bueno saber que en nuestros países existen varios miles de padres que, cada año, intentan adoptar un niño, sin conseguirlo. Por lo tanto, hay muchas probabilidades de que el bebé encuentre una familia en la que será feliz. En estas condiciones, un niño "no deseado" no está forzosamente condenado a ser desgraciado.
No hay jamás nada perdido para el Señor. Cuando somos conscientes de que hemos cometido un error grave, el perdón de Dios (que el sacerdote da en el sacramento de la confesión) nos abre de nuevo las puertas de la paz y de la alegría (ver cuestión 39). Jesús no ha venido a condenar; busca a la oveja perdida entre las zarzas, la toma sobre sus hombros y la cura.
Testimonio
Cuando mi madre estaba embarazada de mí, cayó gravemente enferma y tuvo que ser hospitalizada. El médico en seguida le aconsejó que abortara a causa de los riesgos de malformación que su enfermedad podía acarrear. Pero mis padres se negaron a causa de su fe y decidieron aceptar ese hijo, aunque fuera disminuido. Encargaron a una religiosa que rezara muy especialmente por el niño que debía nacer. Mi madre aceptó el compromiso, pero murió poco antes de que yo naciera. ¡Yo nací sin ninguna malformación! Mi única pena es no haber conocido a la persona a la que sin duda debo la gracia de ser una hija normal... Megumi |