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¿Es legítimo que dos personas del mismo sexo se amen?
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Se debe distinguir amistad e inclinación amorosa. Es evidente que puede existir amistad entre dos chicos o dos chicas. Tener un amigo, una amiga de verdad, forma parte de la existencia humana y es un bien precioso.
Se habla de homosexualidad
cuando existe un sentimiento amoroso entre dos personas del mismo sexo. No
estudiaremos aquí por qué y cómo puede suceder esto,
pero destacaremos algunos puntos:
Estamos en un mundo
que evita la diferencia porque tiene miedo de ella. Algunos pretenden que
la unión de dos personas del mismo sexo es buena y que la homosexualidad
puede ser una alternativa a la heterosexualidad (relación entre un
hombre y una mujer). No es cierto. La verdad es que Dios ha creado al hombre
y a la mujer diferentes para que puedan compartir esa diferencia, incluida
la diferencia de su sexo, y para que de esta unión pueda surgir la
vida. Cualquiera que sea el punto en el que nos encontramos es preciso reconocer
la verdad, aferrarnos a ella o desearla con rectitud de corazón.
A parte de los grupos
de presión homosexuales, que buscan por todos los medios que se reconozca
una cultura y un modo de vida homosexual, la homosexualidad es, en general,
una situación que no se ha elegido pero que se soporta y vive
dolorosamente. A la vergüenza y a la humillación cabe añadir
la inquietud: ¿Seré anormal? ¿Qué futuro me espera?...
La persona se siente culpable, diferente de los demás, se encierra
en una soledad que le separa de su prójimo y de la vida. La inquietud
suscita a menudo inestabilidad. De todas formas, es incurable, no tengo
futuro, no hay esperanza, se piensa.
Es importante no confundir
diferentes situaciones: Una homosexualidad activa habitualmente no tiene
nada que ver con una tendencia pasajera en la adolescencia, que no es tan
extraña. Ésta es fruto de la inmadurez afectiva, de la ausencia
de modelos adultos y del aislamiento propio en este periodo de la vida. En
general se resuelve sin más, aunque deje secuelas en la memoria.
En algunas personas puede existir una tendencia homosexual permanente, es decir, una atracción predominante y exclusiva hacia alguien del mismo sexo, que parece remontarse a no se sabe cuándo y enraizarse en lo más profundo de la persona. Esto puede seguir siendo una tendencia, a lo mejor fuerte, pero sin consecuencias. El paso a una homosexualidad activa es lo que constituye un cambio cualitativo pues se entra, por vez primera, en un engranaje en el que se entremezclan, a la vez, culpabilidad y complacencia debida al placer.
No se es responsable
de los sentimientos y pulsiones, se es responsable de los actos. No se es
culpable de las malas tendencias, pero un mal acto sí puede suscitar
una verdadera culpabilidad. Cuando el acto es malo en si, lo mejor es afrontarlo
con sinceridad pero eso no quiere decir que la persona sea mala.
¿Quién se erigirá en acusador de sus hermanos?
Hay una esperanza,
porque hay una libertad. Es cierto que la carga es difícil de llevar
pero no nos podemos identificar con ella. Mi ser profundo no puede reducirse
a una tendencia, ni tan sólo a una práctica. Yo no soy sino
que tengo tendencias...
En todo hombre, la
capacidad de amar y de entregarse es mucho más profunda que las
orientaciones y bloqueos. Dios me ayuda a seguir adelante incluso cuando
me siento desesperado y marginado o cuando intento quitar importancia a la
situación o considerarla normal. Me tiende la mano para que me levante,
para que salga de la situación.
Pero muchas veces es
difícil responderle. La causa son los miedos que llegan a tomar
proporciones serias debido al desprecio que se siente por uno mismo, a la
incertidumbre respecto a los cambios o a la presión de ciertas personas.
Subestimo la capacidad de resistencia de mi voluntad y me doy por vencido
de antemano. Pero Dios no se deja vencer por nada, ni por mi resistencia..
« He aquí que estoy a la puerta de tu corazón,
y llamo; si alguno escuchare mi voz y me abriere la puerta, entraré en él, y con él cenaré y él conmigo. » (Ap 3, 20) |